MARCH 1, 2010, 4:56 A.M. ET
(Vea el artículo en español abajo)
Viva Zapata
A Cuban dissident is murdered while Latin leaders schmooze with Castro.
By: Mary Anastasia O'Grady
Mexican President Felipe Calderón wore a broad smile as he warmly greeted Cuba's Raúl Castro at the Rio Group summit on the posh Mexican Riviera last week. The two men, dressed in neatly pressed guayabera shirts, shook hands as Mr. Calderón, with no small measure of delight, gestured to his audience to welcome Mexico's very special guest.
A mere 300 miles away, in a military prison hospital in Havana, political prisoner Orlando Zapata lay in a coma. For 84 days the 42-year-old stone mason of humble origins had been on a hunger strike to protest the Castro regime's brutality toward prisoners of conscience. His death was imminent.
Zapata's grim condition was no secret. During his strike, for 18 days, he had been denied water and placed in front of an air conditioner. His kidneys had failed and he had pneumonia. For months human-rights groups had been pleading for international attention to his case.
But over at the Playa del Carmen resort on the Yucatán, Mr. Calderón wasn't about to let Zapata spoil his fiesta, or his chance to improve his image among the region's undemocratic governments. The summit went on as planned with no mention of Havana's human-rights hell. On Tuesday Zapata passed away.
Zapata's death while Latin American leaders broke bread with Castro is a coincidence that captures the cowardice and expediency toward Cuban oppression that has defined the region for a half century. Now the Latin gang, with Cuba as a prominent member, has decided to form a new regional body to "replace" the Organization of American States. To make their intentions clear, they banned Honduras's democratically elected President Porfirio Lobo from last week's meeting.
The Mexican foreign ministry did not respond to several requests last week for a statement from Mr. Calderón on Zapata's death. Its silence suggests that the only thing the Mexican president regrets is the unfortunate timing of the dissident's demise.
Yet Zapata hasn't gone quietly. His passing has once more elevated the truth about the lives of 11 million Cubans enslaved for the last 50 years under a totalitarian regime. And it has embarrassed the likes of Mr. Calderón. Newspapers across the globe, from Buenos Aires to Madrid, are denouncing the mind-boggling hypocrisy of those who feign concern for human rights while embracing Castro.
Like most Cuban dissidents, Zapata did not so much choose his role as martyr as it chose him. Born in the province of Holguin in the eastern part of the country, he moved through the Cuban education system as any ordinary citizen.
But the requisite Marxist indoctrination didn't take. Like so many Cuban patriots before him, once his conscience had been awakened no measure of cruelty could stop him from speaking out.
Zapata became part of a wave of peaceful resistance that began to organize and grow bolder in the late 1990s and early 2000s. He was detained three times in 2002. According to Miami's Cuban Democratic Directorate, which tracks dissident activity, he was arrested for a fourth time on Dec. 6, 2002, "along with [the prominent pacifist and medical doctor] Oscar Elías Biscet."
Dr. Biscet, a devout Catholic and disciple of Martin Luther King Jr.'s adherence to nonviolence, began opposing the regime when he learned of its policy of suffocating babies who survived abortions. Today he is considered one of the island's most important human-rights defenders. His continuing imprisonment and torture are well documented. It is not known whether Mr. Calderón, who also describes himself as a Catholic, discussed Mr. Biscet's plight with his guest Raúl.
Zapata was arrested again in March 2003 along with 74 others in what the resistance calls the "black spring." This time he was held and in May 2004 he was sentenced to 25 years. But his commitment to his brethren never wavered. Indeed, it deepened.
In July 2005, at the Taco Taco prison, he took part in a nonviolent protest marking the 1994 massacre of 41 Cubans who had tried to flee the island on a tugboat and were drowned by state security. That got him another 15 years in the clink.
Zapata was judged guilty of "disobedience to authority" and was repeatedly tortured. But he died a free man, unbroken and unwilling to give up his soul to the regime, which is more than can be said for Mr. Calderón. Word is that Mr. Calderón noticed the offshore drilling contracts Castro has given to Brazil's Petrobras and is cuddling up to the dictator in hopes that Mexico's Pemex will be next.
As to Cuban freedom, the yearning lives on, and Zapata's death is already serving as a source of renewed inspiration to the movement. The regime knows this, which is why state security put his hometown on lockdown the day of his funeral. Even as Cubans mourn their loss, it is certain that, treasuring his personal triumph over evil and his gift of bravery to the nation, they will not let his death be in vain.
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MARCH 1, 2010, 4:56 A.M. ET
Viva Zapata
Un disidente cubano es asesinado mientras los líderes latinoamericanos brindan con Castro
Por Mary Anastasia O'Grady
El presidente de México, Felipe Calderón, sonrió ampliamente mientras saludaba a su par cubano, Raúl Castro, en la cumbre del Grupo de Río organizada la semana pasada en la lujosa Riviera Mexicana. Ambos, luciendo guayaberas bien planchadas, se dieron un apretón de manos mientras Calderón, mostrando un especial deleite, hacía gestos a la audiencia para que diera la bienvenida al invitado especial de México.
A sólo 500 kilómetros de distancia, en un hospital penitenciario de La Habana, el preso político Orlando Zapata estaba en coma. Durante 84 días, este albañil de 42 años y origen humilde había estado en huelga de hambre para protestar contra la brutalidad del régimen castrista hacia los presos de conciencia. Su muerte era inminente.
La espantosa situación de Zapata no era ningún secreto. Durante su huelga de hambre le habían negado agua por 18 días consecutivos y lo habían colocado frente a un equipo de aire acondicionado. Sus riñones habían colapsado y tenía neumonía. Durante meses, grupos de derechos humanos habían reclamado atención internacional para su caso.
Pero en Playa del Carmen, en la península de Yucatán, Calderón no iba a permitir que Zapata arruinara su fiesta o la oportunidad para mejorar su imagen entre los gobiernos antidemocráticos de la región. La cumbre siguió su curso, sin menciones para el infierno humanitario de La Habana. El martes pasado, Zapata murió.
Su fallecimiento, ocurrido al mismo tiempo que los líderes de América Latina compartían mesa y mantel con Castro, es una coincidencia que captura la cobardía y el oportunismo que han definido durante medio siglo el acercamiento de la región hacia la opresión cubana. Ahora, la pandilla latinoamericana, con Cuba como miembro destacado, ha decidido formar un nuevo bloque regional para "reemplazar" a la Organización de Estados Americanos. Para dejar claras sus intenciones, prohibieron la asistencia a la reunión del presidente democráticamente electo de Honduras, Porfirio Lobo.
El Ministerio mexicano de Relaciones Exteriores no quiso responder la semana pasada a los pedidos para que Calderón difundiera un comunicado sobre la muerte de Zapata. Su silencio sugiere que lo único que lamenta Calderón es la desafortunada coincidencia entre su fallecimiento y el comienzo de la cumbre.
Zapata, de todos modos, no partió en silencio. Su muerte ha puesto de relieve otra vez la verdad acerca de las vidas de los 11 millones de cubanos esclavizados durante 50 años por un régimen totalitario. Y también supone un acontecimiento embarazoso para personajes como Calderón. Periódicos de todo el mundo, de Buenos Aires a Madrid, están denunciando la increíble hipocresía de aquellos que fingen tener una preocupación por los derechos humanos mientras apoyan a Castro.
Al igual que casi todos los disidentes cubanos, Zapata no eligió su papel de mártir, sino que el papel lo eligió a él. Oriundo de la provincia de Holguín, en el oriente del país, Zapata atravesó el sistema educativo como cualquier otro ciudadano. Pero el obligatorio adoctrinamiento marxista no funcionó con él. Como muchos patriotas cubanos antes que él, una vez que su conciencia se había despertado no había crueldad en el mundo que pudiera impedir que denunciara el sistema.
Zapata formó parte de la ola de resistencia pacífica que comenzó a organizarse y crecer en los últimos años de la década pasada y principios de ésta. En 2002 fue detenido tres veces. Según el Directorio Democrático Cubano, una organización de Miami que monitorea la actividad disidente, Zapata fue arrestado por cuarta vez el 6 de diciembre de 2002, "junto a [el médico y destacado militante pacifista] Oscar Elías Biscet".
Biscet, un católico practicante y discípulo de las ideas no violentas de Martin Luther King, empezó a oponerse al régimen cuando se enteró de la política habitual de asfixiar a los bebés que sobrevivían a los intentos de aborto. Hoy es considerado uno de los mayores defensores de los derechos humanos de la isla. Tanto su prolongada estadía en prisión, como las torturas que ha recibido, están bien documentadas. No hay información sobre si Calderón, que también se define como católico, discutió la situación de Biscet con su invitado, Raúl Castro.
Zapata fue arrestado otra vez en marzo de 2003, junto con otros 74 activistas, en un episodio conocido desde entonces por la resistencia como la "Primavera Negra". Desde entonces estuvo detenido y en mayo de 2004 fue condenado a 25 años de prisión. Su compromiso con sus hermanos, sin embargo, se mantuvo firme. De hecho, se profundizó.
En julio de 2005, en la prisión de Taco Taco, Zapata participó de una protesta no violenta para conmemorar la masacre de 41 cubanos que en 1994 habían intentado fugarse de la isla en un bote a motor y fueron ahogados por el aparato de seguridad. Eso le valió otros 15 años de sentencia.
Zapata fue encontrado culpable de "desobediencia a la autoridad" y torturado con frecuencia. Pero murió libre, incólume y convencido de no entregarle su alma al régimen, que ya es más de lo que se puede decir de Calderón. Se dice que los contratos de exploración en alta mar que Castro le ha dado a la brasileña Petrobras explican las caricias con el dictador.
Con respecto a la libertad de Cuba, el deseo sigue vivo, y la muerte de Zapata ya sirve como una fuente de renovada inspiración. El régimen lo sabe y por eso sus fuerzas de seguridad tomaron el control de su pueblo natal el día de su funeral. Mientras los cubanos lloran la muerte de Zapata, lo seguro es que, valorando su triunfo sobre el mal y el regalo de su valentía a la nación, no dejarán que su muerte sea en vano.
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